Nació en Puente Alsina, el 9 de junio de 1911. Máximo, su padre, era ferroviario y guitarrero, dicen que como pocos. Su madre, Juana, fue quien con su afinada voz lograba hacer dormir cantándole un repertorio de canciones donde no figuraba ningún tango.
Por su especialidad, instalador de estaciones ferroviarias, papá Rivero cambiaba permanentemente de domicilio con su familia a cuestas. Fue así como llegó a Moqueguá, donde lo nombran jefe de estación.
De este pueblito son los primeros recuerdos de Leonel. Allí se crió hasta que a causa de una enfermedad, casi pierde la vida. Con el cabeza de familia marcharon a Buenos Aires, esperanzados en una pronta recuperación aunque esto le costara a Máximo, su puesto.
Tras la sanación, los Rivero se acomodaron en la casa de los abuelos maternos, en el barrio de Saavedra. Allí, su tío Alberto, hermano de la madre y guitarrista profesional, influye considerablemente en el niño que ya para entonces era un apasionado de la música.
Su primera actuación la efectúa en el colegio primario y sus admiradores era sus propios compañeros que le pedían una y otra vez que cante ¡Presagio de un grande!
Tras un año de conscripción en granaderos, con su hermano Aníbal comenzó a acompañar cantores frecuentando las radios. Al principio la paga era nada, solo el deseo de ambos por hacerse conocer, hasta que de tanto insistir lograron acompañar a Francisco Amor y Nelly Omar, entre otros.
Leonel tuvo su paso por radio Cultura. Allí, además de acompañar cantores, les tomaba examen de ingreso. Fue así que entre sus aprobados figuran dos nombres que llegaron alto: Alberto Marino y Roberto Rufino.
En 1935 y a través de Hermelinda De Caro, pasa a integrar la orquesta de José De Caro. Dos años después se vincula con Julio y canta en los carnavales del Pueyrredón Flores. Sabía contar Rivero, que con la paga le alcanzaba para viáticos.
De cualquier forma el éxito del vocalista le costó el despido. Julio, al ver que la gente paraba de bailar para escucharlo, terminó echándolo porque sobrepasaba la orquesta. Leonel pasó a la formación de Humberto Canaro, hermano de Pirincho, pero como sucediera con los De Caro, prácticamente cantó gratis.
La década del 40 lo sorprende a Rivero con 30 años y rechazado por las orquestas ¿Quién querría a un cantor sin pinta? Pasó a trabajar en las oficinas del Arsenal de Guerra por un sueldo mensual seguro. Parecía que el tango ya no sería para él.
Casi cinco años dejó de cantar hasta que un amigo, Guillermo Teruel, lo lleva a LS9 La Voz del Aire y prácticamente lo obliga al retorno. Lo escuchaba la hermana del bandoneonista Ismael Spitalnik y a través de ella conoce a éste y al maestro Horacio Salgán. El autor de A fuego lento se juega por ese cantor feo y en los carnavales del 46, en Boca Juniors, Salgán-Rivero se convierten en el éxito de la temporada.
Sin embargo, grabaciones de la época no hubo. La RCA aprobaba que la de Salgan, una orquesta considerada poco entendible, grabara, pero imponiendo la condición de que sea otro vocalista y no Rivero, un cantor imposible. El maestro se negó y recién en 1957, ya alejado de la orquesta, se juntan en Montevideo y registran para el sello Antar Telefunken, La última curda y La casita de mis viejos, esta última una obra de antología.
A través de Carlos de la Púa, el "Malevo Muñoz", conoció a Troilo. Se encontraron en un bar llamado "La Cartuja", y esa misma noche quedó arreglada su incorporación a la orquesta debutando en el cabaret Tibidabo.
Rivero tuvo mucho que luchar para imponer su estilo. Luchar contra la propia formación que como comentaba el cantor, buscaban la manera de molestarlo cuando cumplía con su trabajo, incluso aconsejando al director para que lo despidiera. Pero Pichuco no hizo caso a esas habladurías y el 29 de abril de 1947 graba por primera vez en el país. De los hermanos Expósito cantó El milagro y paradoja del destino, lo hizo en la RCA, justamente el sello donde no lo querían. Como el tango interpretado, fue un milagro que sólo podía provocar Aníbal Troilo. Tres años duró el contrato con Pichuco. Después el adiós y la amistad que solo la muerte logró quebrantar.
Volvió a las guitarras, a las giras por el interior y a conquistar Europa, Japón y toda América. Pero ya no era el pibe Rivero que luchaba contra su no pinta y las orquestas. Era el señor Edmundo Rivero o como le había puesto el locutor uruguayo Alberto Luces, la voz mayor del tango.
También nació el Rivero empresario, creador del Viejo Almacén, donde los turistas se acercaban para escuchar al trovador y sus figuras contratadas. Juan Carlos y Sofía, los reyes de España; presidentes, deportistas famosos, cantantes extranjeros de todos los géneros; parecía que no conocer el Viejo Almacén era como no haber estado en la Argentina.
Rivero fue guitarrista eximio, cantor, compositor, poeta y escritor... Rivero fue un verdadero grande que se inmortalizó el 18 de enero de 1986.
El Viejo Almacén se inauguró el 8 de mayo de 1969. Ese día actuaron Ciriaco Ortíz a dúo con el guitarrista Edmundo Zaldívar hijo. La orquesta de Carlos García con los cantantes María Cristina Láurenz y Félix Aldao. También estuvieron haciendo su aporte Horacio Salgán y Ubaldo de Lío y por supuesto Edmundo Rivero acompañado por las guitarras de Davis, Delpino y Morán.
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