Nació en Bahía Blanca, el 7 de enero de 1903. De tener una personalidad turbulenta, pasó, gracias a la música, a una niñez-adolescencia tranquila, entregándose al estudio.
Antes de cumplir 17 años, ya había compuesto Milonguero viejo, dedicado al único músico que admiró en su vida, Osvaldo Fresedo. Tocaba por entonces en algunos cafés bahienses y su nombre, gracias a esa composición, había comenzado a sonar fuerte en Buenos Aires, compitiendo con los grandes tangos de la época.
En 1923 se produce el desembarco de Di Sarli en la gran ciudad. Su primer trabajo lo consigue como solista en radio Cultura, pero en su orgullo no quiso trabajar para otros directores. Se sabía con talento y decía no querer ser peón de orquesta.
Llegó a cultivar una íntima amistad con el otro bahiense por adopción, Juan Carlos Cobián, y juntos siempre recordaron una navidad en que tuvieron que dejar pasar las horas sentados en un banco de la Plaza Congreso; no tenían dinero ni habitación para alojarse.
En 1925 forma su primera orquesta, un sexteto, para actuar en el Chantecler, un afamado cabaret de la calle Paraná. La actuación y el estilo de Di Sarli no convencía a los milongueros. Terminado el contrato volvieron las penurias. De cualquier forma es de esta época sus primeras grabaciones: La guitarrita y TBC, que inexplicablemente la RCA no las sacó a la venta, haciéndolo muchos años después con distintos acoples.
Carlos andaba a los tumbos. Rasguñaba algunas monedas acompañando a cantantes solistas, como Mercedes Carné o Fedora Cabral, con la que realizó varias giras al interior.
En 1937 se inicia radio El Mundo y se produce una revolución con la contratación y posterior éxito de Juan D'Arienzo. Con la esperanza de actuar en esa radio, Di Sarli forma su primera gran orquesta y contrata a Roberto Rufino, que con 15 años ya había participado en las orquestas de De Rose y Bonavena, pero en calidad de aficionado. Antes del "pibe del Abasto", con Di Sarli habían cantado Ernesto Famá, Santiago Devin y Rodríguez Lesende.
El primer contrato con Rufino como vocalista lo lleva al cabaret Maoulin Rouge, en la calle Leandro N. Alem, donde el cantor tenía que entrar disfrazado por ser menor de edad. A la mitad del primer tango del debut, el miedo escénico se apoderó de Roberto, quedando afónico. No hubo segunda oportunidad. El dueño del cabaret se había dado cuenta de la minoridad del cantor, y al día siguiente le prohibió la entrada.
Aún a pesar de desconfiar de una orquesta distinta a la de D'Arienzo, los directorres de radio El Mundo contrataron a Di Sarli. El primer tema ante los micrófonos de esa inmensa audiencia fue Corazón, del propio Di Sarli en colaboración con Héctor Marcó y la interpretó Roberto Rufino.
El éxito fue incomparable, la escalada vertiginosa. En los bailes se batían todos los records de recaudación. Carlos comenzó a amasar fortunas y no malgastarla en juego, como la mayoría de los músicos. Supo guardar y en su generosidad a los más necesitados, sabía donar fuertes cantidades de dinero a instituciones públicas.
Había tomado la costumbre de donar todos los derechos de autor de los segundos semestres del año. Ese dinero iba a parar a las arcas del Patronato de la Infancia, hasta que en 1948 es presionado por el gobierno de turno a cambiar el destino de sus derechos. Di Sarli se negó y fue prohibido en el país. Como la Sociedad de Directores nada hizo para cambiar la situación de un afiliado, Carlos les envió un telegrama con su renuncia indeclinable. La contestación llegó vía otro telegrama que decía: Rechazamos su renuncia y comunicámosle expulsión por haber injuriado públicamente al Excelentísimo Señor Presidente de la Nación e inconducta partidaria. Pasaron dos años, en 1950 se levantó la veda gracias al clamor popular. Di Sarli estaba de vuelta.
De su autoría sobresalen infinidad de títulos, como Bahía Blanca, Whisky, Verdemar, Nido gaucho, La capilla blanca, entre otros muchos. Y con respecto a sus gafas oscuras que lo acompañaron siempre, se tejieron dos versiones. La primera decía que por amor se había pegado un tiro en la cien, por lo que se produjo una seria lesión en su ojo. La segunda y más creíble, habla de que siendo niño, en la armería de su padre, intentó tomar un revólver que se cayó al piso produciéndose un disparo que le dio en un ojo. Di Sarli nunca aclaró la verdad. Con su rostro adusto parecía contestar como el tango que le pertenece: No me pregunten porqué.
Sus últimas grabaciones fueron Donde estás, de Manuel Sucher y Carlos Bahr y Si nos queremos todavía, de Gentile y Angel Di Rosa. Este 78 de pasta tuvo una curiosidad, por primera vez en la historia de la orquesta el cantor grabó las dos caras del disco, fue Jorge Durán.
En cuanto a su actuación pública, se lo vio por última vez sobre un escenario el 8 de mayo de 1959, en el club Podestá de Lanús. El día anterior, en el club Vélez Sárfield, en Villa Luro, ya se había sentido mal. El 22 de abril fue operado en un sanatorio y doce días después regresó a su domicilio cargando un mal incurable: cáncer. El martes 12 de enero de 1960, se moría. Eran las 22.15 hs. Sus restos fueron velados primeramente en su domicilio en la localidad de Olivos, para trasladarlos luego al local de SADAIC. Carlos Di Sarli, el inolvidable Señor del tango.
Hugo, una vez más usted no tiene miedo de contar un episodio difícil de nuestro querido genero. Le felicito.
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