lunes, 10 de enero de 2011

José y Cátulo González Castillo

          José González Castillo nació en Rosario, el 26 de enero de 1865, pero su infancia transcurre en Buenos Aires, en el barrio de Boedo, donde sus primeros pesos los gana como peluquero. Muy pronto y por su talento ignoto, comienza a trabajar como redactor en diarios anarquistas y a los 20 años escribe el drama "Los rebeldes", su primera obra.
          El 6 de agosto de 1906, en Castro Barros y San Juan, nace Ovidio Cátulo, su hijo. José, por entonces, ya era un reconocido escritor gracias al éxito que obtuvo con Del fango, a lo que les siguió Entre bueyes no hay cornadas, El retrato del pibe, Luigi y La telaraña.
          En 1911 viaja con su familia a Chile, donde trabaja como corredor de comercio y se inscribe en un concurso organizado por el Teatro Nacional, obteniendo el primer premio con "La serenata".
          En 1913 regresan a Buenos Aires y en 1914 envía a Cátulo a estudiar violín con el maestro Cianciarullo, pero muy pronto el niño se da cuenta que no era lo suyo y cambia por el piano, instrumento con el que llegó a destacarse.
          José continuaba escribiendo obras teatrales para sainetes y ya se veía venir en su vida el tango, que llegó en 1922 cuando Sebastian Piana se acerca con la música de lo que se llamaría "Sobre el pucho". Estaba escrito para intervenir en un concurso organizado por los cigarrillos "Tango", y obtienen el segundo lugar.
          En 1923, mezclando sus actividades de boxador amateur con la autoría, Cátulo escribe en colaboración con su padre y el propio Piana, "Silbando", de gran éxito por la interpretación de Azucena Maizani. Pero las ilusiones del joven estaban centradas en las Olimpíadas de París, de 1924. No pudo cumplir con su objetivo y entonces el tango ganó para sí un genio.
          Escribe "Organito de la tarde" y entre "Silbando" y "Caminito del taller", gana por sus derechos de autor 20.000$ que le sirven para viajar a Europa con su padre, con la firme idea de difundir nuestra música.
          Por entonces José ya era un grande en lo suyo. Se convirtió en el primer argumentista de cine y colaborador en nuestros comienzos de la radio.
          Recorrieron Italia, Grecia y en España pensaron en formar una orquesta. Volvieron y Cátulo comenzó a seleccionar músicos para la aventura española y en 1928 viaja sin su padre, comenzando sus actuaciones por Sevilla. Se había llevado consigo a los hermanos Malerba, a Miguel Caló y como cantor a Roberto Maida.
          Mientras tanto en el país, José seguía dando que hablar con su pluma repleta de talento. En 1931 regresa Cátulo lleno de laureles, incluso acompañó a Gardel en la película Luces de Buenos Aires.
          Aqui se convirtió en profesor del Conservatorio Municipal Manuel de Falla, donde llega a jubilarse y por influencia de los grupos literarios que frecuentaba, dejó de lado la música para escribir letras de tango.
          El 22 de octubre de 1937 moría José González Castillo, pero su obra tenía continuador en su hijo, que en la década del 40 se lució entre los grandes compositores.
          De su cosecha y sólo por mencionar algunos de sus éxitos, están María, Tinta roja, Corazón de papel, Café de los angelitos y La última curda.
          En 1953 fue presidente de SADAIC, pero esto no le impidió escribir obras de teatro, ensayos, libros, poemas... En 1975 fue designado, conjuntamente con Luis Sandrini, asesor artístico de radio y televisión en la Secretaría de Prensa y Difusión, pero su trabajo quedó inconcluso. El 19 de octubre de ese año, Cátulo Castillo, sencillamente un genio, se moría.

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