lunes, 6 de junio de 2011

Elías Santiago Wainer - Hoja de vida

          Nació en Zárate, el 28 de septiembre de 1907, y de joven se empleó en una usina eléctrica, además de vender globos de luz para poder subsistir.
          Elías era todo lo que no se debía ser. Timbero, mujeriego, alcohólico y buen bailarín. Sabía frecuentar los peores lugares de Zárate donde convivían rufianes, borrachos y gente de mala entraña, formando un cóctel de perversión.
         En aquellos años, Zárate era un centro de distribución de prostitutas y de allí abastecían a toda la región. Elías, aspirante a cafishio, era amigo de las copas, mujeres fáciles y todo vicio que anduviera cerca suyo.
         Terminó casándose y llevando a su mujer al hogar paterno. Al tiempo, cansada de infidelidades, borracheras y golpizas que recibía, huyó con el único hijo de matrimonio. Elías terminó por abandonar el trabajo y se dedicó a vender tangos para sobrevivir, ahogado siempre en el alcohol. Por supuesto que sus andanzas terminaban entre rejas.
          Wainer registró en total 21 obras, entre ellas, Sin historia, cuya música era de Jorge Vidal y parte de su repertorio. También reflejó su propio drama en el tango Frente a una copa, con música de Francisco Amor y que en 1949 lo grabara Osvaldo Pugliese con su cantor, Alberto Morán.
         Elías Santiago Wainer, letrista, está en las páginas ocultas de la historia de nuestro tango.

1 comentario:

  1. Leo, por puro azar, en un viejo número de Todo Tango, más específicamente en su sección “Los creadores”, un extracto del libro "Tango judío. Del ghetto a la milonga", de Julio Nudler (Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1998) que refiere al poeta Elias Wainer. La muerte de Nudler, acaecída en Julio de 2005 (yo había conseguido su libro en una mesa de saldos apenas dos meses antes) me privó de la posibilidad de refutar personal y puntualmente sus datos y, de paso, enterarme de las fuentes de los que provenían. Naturalmente la leyenda, entre sórdida y romántica, que se tejió en torno a la memoria de mi padre ya me era conocida. Aprendí, por experiencia, la dificultad (por no hablar de imposibilidad) de refutarla. La biografía ficcional que le llegó a Nudler -y que Nudler reprodujo,-resultaba mucho más atractiva que la que resultaba de los datos reales. Esa es la leyenda. Julio Nudler terminó de canonizarla en su libro "Tango Judío". En realidad Elías era muy distinto a su mito: bebía, es cierto, y esa fue la causa de la ruptura con su mujer. Tuvo dos hijos: Quien esto escribe, que es quien figura en estas historias, y mi hermana, Judith. Nos reencontramos con él en una representación de una obra mía a la que lo llevó un amigo común, el guitarrista y compositor Osvaldo Avena. Yo tenía unos 24 años y tuve la alegría de presentarles a sus nietos y de que volviera a reunirse, como buenos amigos, con la que había sido la mujer de su vida. Y respecto a ella, debo aclarar que Elías nunca maltrató físicamente ni a mi madre ni a ninguna otra mujer, le gustaba la noche y sus habitantes lo fascinaban (eso incluía, naturalmente, a "las mujeres de la noche", pero como criaturas desoladas y tristes como un tango) lo de aspirante a cafishio es, por lo tanto una falacia. Al contrario, por sus ideas políticas: era un comunista convencido, despreciaba a cualquiera que explotara y humillara a un semejante. Es verdad que era muy buen bailarín, casi tanto como jugador de billar, muchas veces se ganó la vida haciendo exhibiciones. Leí el otro día una patética descripción de como logró hacerle llegar "Frente a una copa" a Morán en unos carnavales en San Lorenzo. Pura mentira. Él conocía mucho y desde hacía muchos años (entre otras causas por afinidad política) a Pugliese y a mucho de sus músicos. Además estaba en el ambiente del tango casi desde la niñez, sus amigos de infancia en Zarate fueron los hermanos Expósito y toda esa generación de inspirados músicos y letristas a los que luego se conoció como “escuela de tango”
    En fin, puede que la leyenda sea más atractiva, pero es eso, leyenda, y, para peor, humanamente degradante.
    Un saludo
    Alberto Wainer

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