Nació en Las Piedras, Uruguay, el 2 de febrero de 1926. Su nombre completo era Julio Sosa Venturini y supo, desde su natalicio, de una infancia dura y llena de privaciones.
En 1932 inició su educación primaria, que no llegó a terminar, en la escuela Artigas que quedaba a tres cuadras de su casa, en la calle Luis Herrera 535. Lo suyo era el coro, cantar y su primer dinero lo gana en un recreo, Luces de Canelón, en la propia Montevideo. Triunfó en un concurso de cantores con Cuesta abajo primero y Gota de lluvia en la final. Fueron $10, toda una fortuna para sus doce años.
Esa aventura capitalina acentuó más sus ganas de dedicarse al canto, superando sus sueños de jugador de fútbol y de Peñarol, club por el que simpatizaba. Formó una pequeña orquesta cuya duración fue efímera y regresó a Las Piedras, derrotado.
Con 15 años se casaba por primera vez, no le fue bien y terminó separado. Laboralmente comenzó una recorrida por clubes que económicamente nada le aportaba, sólo sus ganas de hacerse conocer.
Intentó la solución de su vida ingresando como aeronáutico naval de la Armada. A los dos años pidió la baja porque habían revivido sus deseos de cantar.
Gracias a una colecta pudo viajar a Buenos Airs, donde llegó apenas con unas "chirolas". Traía toda la garra charrúa y sus ganas de triunfar. Atrás habían quedado su seudónimo, Alberto Ríos, y las orquestas orientales con las cuales actuó. La de Carlos Gilardoni, Hugo Di Carlo, Epifanio Chaín y Luis Caruso, con la que llegó al disco.
En la gran ciudad cantó en el café Los Andes, la de hoy Córdoba y Jorge Newbery, donde ganaba $20 por actuación y la comida. Lo acompañaban las guitarras de Cortese y Fontana. Aunque trabajaba, apenas si podía pagar la pensión en la que vivía.
Carlos Curcciani, un seguidor suyo, habló con el letristaRaúl Hormaza que lo citó a Sosa en el café Norte, para hablar sobre una prueba en la orquesta de Francini-Pontier.
La carrera de Julio comenzó un 1º de abril de 1949, en la confiteríaPicadilly, que quedaba en Corrientes entre Paraná y Montevideo. Los testigos de esa primera vez recuerdan el miedo escénico de Sosa, a quien no había manera de hacerlo arrancar. Pero en cuanto tomó el micrófono se convirtió en el extraordinario cantor que fue. Se olvidó que era su debut y entonó Tengo miedo, seguido por Lloró como una mujer. La ovación fue atronadora. Los bailarines se detuvieron para escuchar a la nueva voz. Esa noche de 1949 nacía un mito.
Con Francini-Pontier actuó en El Montecarlo, en el Sans Souci y en el Tibidabo. Recorrieron radios, principalmente los estudios A de El Mundo, donde la gente explotaba en número y entusiasmo cuando se presentaba la orquesta de moda.
El primer registro para la RCA Victor fue a dúo con Alberto Podestá, el otro vocalista, haciendo el vals El hijo triste, que no tuvo mayor repercución y que fuera el único tema en su carrera cantado por Julio a dúo.
Sosa, a pesar de los éxitos y la entrañable amistad con Pontier, cambió de orquesta. Francisco Rotundo puso toda la plata y en 1953 se lo llevó a su formación donde hizo paraja con otro grande, Floreal Ruiz.
Un hecho fundamental en la vida de Julio se produjo en 1954. Su garganta acentuó sus problemas, siempre los había tenido, y decidió operarse. Eran las épocas de Rotundo cuando cantaba mal. Después de consultar con el doctor León Elkin, el otorrino del ambiente, se opera el 8 de septiembre de ese año. Julio sabía repetir que Elkin le había salvado la vida.. Y era cierto. Con su garganta a pleno comenzó la verdadera etapa de su consagración, tanto que su vida se divide en un antes y un después de esa operación.
Con la caída de Perón cayó también Rotundo y Sosa emigró a la orquesta de Armando Pontier, ya separado de Enrique Mario Francini. Con el maestro estuvieron juntos hasta agosto de 1960, cuando en el club Juventud de Las Piedras, actuaban por última vez, ante un público enfervorizado que había ido para ver al hijo pródigo.
Julio se hace solista. Le pidió a Leopoldo Federico que dirija su orquesta y el éxito afloró en una época en que el tango se moría. Hasta los nuevaoleros lo iban a ver actuar.
Radios, bailes, televisón, giras, dinero...Hugo del Carril le dio la oportunidad y Julio se animó al cine. Filmó Buenas Noches Buenos Aires. Estaba en un primerísimo nivel de popularidad, sólo comparable al de Gardel, pero era humano. En la madrugada del 25 de noviembre de 1964, vaya a saber porqué, se llevó por delante un semáforo. Su DKW Unión Sport, de color rojo, quedó tan destruido como él. Primero lo atendieron en el Hospital Fernández para trasladarlo luego al sanatorio Anchorena. Hugo del Carril convocó al doctor Mattera que diagnosticó su muerte cerebral. El 26 se moría. Su velatorio, debido a la multitud que quería darle el último adiós, terminó en el Luna Park. Así se iba uno de los más "grandes, grandes", cantores de nuestra música ciudadana. Así fue Julio Sosa, el bien llamado "varón del tango"
Se sabe porqué, señor Noé. Estaba alcoholizado. Unos pocos días antes yo estaba de guardia en un hospital pediátrico de Tigre y Sosa hizo una presentación justo enfrente de nosotros, en la Sociedad de Bomberos Voluntarios. Claro que cruzamos la Avenida Cazón para escucharlo. Todavía estaba enyesado a raíz de un accidente que había sufrido semanas antes. Al despedirse le dijo a la concurrencia. "Este yeso lo tengo por manejar en curda; la próxima vez voy a venir sin él".
ResponderEliminarNo hubo próxima vez. Se mató menos de una semana después.
Eddie
Eddie: Gracias por escribirme y por el dato. En el ambiente se sabía que Julio era así, aunque hoy, después de tantos años de su desaparición, algunos escritores o amigos, como el caso de Alberto Podestá, afirman que no tomaba. Quizá quieran inmortalizarlo como una figura limpia de defectos, sin separar al gran cantor que fue, con el hombre y lamentablemente por el hecho de serlo, tenía sus cosas. Caso parecido es el de Carlos Gardel. Desde que era pequeño escuché lo buen tipo que era, la bondad y el desprendimiento para con los demás y sin embargo no fue tan así. Carlitos era amigo de los amigos pero con los extraños llegó a ser hasta huraño. Pocas personas se le acercaban y de hecho tenía a un guapo, Cielito Traverso, que era su protector. Por eso Edith, no me extraña lo que dice de Sosa, que además del vicio que menciona era de muy pocas pulgas, una especie de bravucón que se llevaba bien con el grupo que lo acompañaba, pero no tan así con la gente y mucho menos cuando se lo contradecía. Pero lo importante en todo esto es lo que fue como cantor y lo que él brindaba en el escenario. Sin lugar a dudas uno de los que llamo "pesos pesados" de nuestra música. Mil cariños de un tanguero, y ojalá sea hasta el próximo dato.
ResponderEliminarHugo Noé