Pedro Martos, cordobés del barrio Talleres, eximio maestro del bandoneón, comenzó su romance con el tango a los nueve años. Ya por entonces se veía en él la influencia de Ciriaquito Ortíz y Aníbal Troilo, dos genios que ganaron la inmortalidad.
La amplia trayectoria de Pedro en el país lo llevó a realizar giras en el ámbito sudamericano, llegando incluso a entregar su arte en países como Estados Unidos, Rusia y la lejana Japón, siendo integrante de la orquesta del maestro Jorge Arduh.
En su dilatada y brillante campaña acompañó con su fueye a figuras de la talla de Floreal Ruíz, Roberto Goyeneche, Alberto Morán, Mario Bustos, Jorge Valdéz, Alberto Podestá, Beba Bidart y al gran vocalista Héctor Mauré. Tito incluso lo llevó a varias de sus giras.
Don Pedro engalanó con su instrumento los cabarets Príncipe y Tabarís y por concurso ganó una vacante integrándose a la Orquesta Provincial de Música Ciudadana de Córdoba, donde permaneció por diecisiete años.
Siempre afirmé que la gloria se la lleva el director y el cantor dentro de una orquesta, de ellos son los nombres que figuran en los discos editados por las grabadoras, pero nunca de estos verdaderos trabajadores que sin ellos el lucimiento de los célebres no sería posible. De hecho fueron muy pocos los casos en que se los reconoció en su verdadera valía, a pesar de ser su tarea tan importante como la de aquellos. Por eso va mi reconocimiento para el maestro Pedro Martos, un verdadero artífice y embajador de esta música que nos apasiona a todos y que jamás, mientras alguien escuche un tango, podrá decirse que nuestros intérpretes desaparecieron en el olvido.
Hermoso personaje!
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